sábado, 4 de febrero de 2017

Mujiquita ascendió a la sala constitucional



Mujiquita ascendió a la sala constitucional

Javier B. Seoane C.
A Luis Fernando

En no pocas de sus abundantes y "barrocas" alocuciones Hugo Chávez mentó a Mr. Danger, aquel personaje de Doña Bárbara que representa al norteamericano que se asocia con la caudilla ―valga la palabra para estar a tono con la Constitución― para sacar pingües ganancias de la explotación del territorio nacional. Era, para el supremo líder que contribuyó como ninguno a conducirnos hasta la Venezuela actual, expresión literaria del ominoso imperialismo yanqui en nuestras tierras. En cambio, no solía mencionar el fallecido presidente a la propia Doña Bárbara, aunque quizás al mirar su propio rostro en el espejo del baño más de una vez la sintiera cerca, muy cerca. Del mismo modo, otros personajes fueron sistemáticamente obviados en el discurso del Yo, el Supremo. Acaso Santos Luzardo con aquello del respeto de las leyes y la necesidad de establecer cercas (límites) al caudillo le parecía insulso; acaso Marisela demasiado bucólica para sus planes de hacer Historia; acaso Lorenzo Barquero se le presentaba muy prosaico en más de uno de sus "seguidores" que, adormecido por el alcohol, “hacia el paro” de escucharlo en uno de sus acostumbrados mítines electorales de la Avenida Bolívar.

Otro personaje de la novela de Gallegos ausente en el discurso del Comandante Eterno fue Mujiquita. Recordemos por un momento de quién se trata. Para la época en que se desarrolla la novela, se presenta como todo un académico pues ostenta título de bachiller. Sin duda, el hombre hasta algo de epistemología nos contaría, siendo que al coincidir con la época del auge del positivismo lógico ―la novela se publica el mismo año que el manifiesto del Círculo de Viena― seguramente nos daría buenos argumentos críticos contra esos europeos de la derecha internacional. En todo caso, Mujiquita es hombre de leyes pues desempeña funciones en la jefatura civil, funge como el asistente del militar que ostenta el cargo de jefe civil. Si hubiese pertenecido a la Venezuela rentista, a la Gran Venezuela de las becas Gran Mariscal de Ayacucho, o a la Venezuela de la revolución bolivariana que quiso reeditarlas pero en clave del flamante socialismo del Siglo XXI, de seguro el bachiller habría optado por estudios de Doctorado en Europa y hasta en la silla de algún renombrado filósofo escocés de la ilustración se hubiese sentado, aunque por admirar tantas maravillas imperialistas le impidieran por distracción traer el título de Doctor a pesar de consumirse un quinquenio de beca sueldo.

Mujiquita es un personaje muy interesante. Representa el derecho torcido. Es un buen servidor de la caudilla ―una vez más con la lógica constitucional― y del militar de turno, siempre atento a sus demandas, agradecido a ella y a él por haber llegado sin méritos al cargo logrado ―el bachiller no había ejercido la abogacía como carrera pues, probablemente, su inclinación era la lectura del Novum Organon (Bacon) y mantener una lucha titánica, cual Don Quixote, contra el positivismo antidialéctico. Me recuerda tanto a un exministro de Turismo del actual presidente, de apellido Izarra, quien en entrevista de “Vladimir a la 1” mostró su agradecimiento infinito al heredero del Supremo por nombrarlo en tan honorable cargo a pesar de desconocer completamente la materia. No importa, somos países de echaos pa´lante, por lo que el nuevo ministro prometió ante el Villegas meterse un puñal de la materia turística durante la semana que corría por esos días (si no ha ocurrido algún accidente en los archivos de Globovisión).

Sepa disculpar el amigo lector las digresiones de mi memoria. Volvamos a Mujiquita. Podríamos versionarlo en los tiempos que corren. Nuestra Venezuela socialista cuenta ya con innumerables profesionales. Seguramente Mujiquita sería ya no bachiller sino abogado, aunque tampoco habría ejercido la profesión pues pronto habría descubierto su vocación y firme convicción revolucionaria. Tal vez nuestro hombre se habría unido a una Escuela de Sociología para contribuir a la revolución mientras llegan los tiempos de hacer Historia. Allí habría tenido de alumnos a Ministros de cualquier cartera con aspiraciones reiteradamente frustradas de gobierno mirandino o a más de una rectora en materia electoral próximas –muy próximas― al alcalde capitalino. Con el carisma de quien es hábil con el lenguaje demagógico, y de quien llega a la universidad en motota BMW-1000, tendría a más de una carajita enamorada tras él, muchachitas de esas que andan buscando un padre ―aunque se racionalice bajo la figura de “hombre maduro”. Con esos credenciales, Mujiquita habría llegado a vicerrector de Universidad recién creada y pronto a Magistrado de Sala Constitucional para…

El Mujiquita del Siglo XXI es el mismo del galleguiano de inicios del Siglo XX, pero ahora no está en la jefatura civil de un perdido pueblo araucano sino en la Sala Constitucional de la nación, con el firme propósito de seguir sus convicciones, porque los pueblos siempre se equivocan y terminan sobrando, como bien anunció aquel dramaturgo marxista y revolucionario autor de Madre Coraje. Fue profesor mío, contribuyó a mi vocación filosófica como pocos, carismático, creo que por momentos amaba lo que hacía en su trabajo universitario. Hoy, a mis cincuenta años, sigue enseñándome, si bien por el lado de la negación, de lo que no debe ser. Como él, son muchos los mujiquitas que hoy empujan a la tragicomedia venezolana, ―lo que recuerda al Marx de El dieciocho brumario ¿Cuántos mujiquitas más hemos de padecer?
@99javier

3 comentarios:

  1. Leído y compatido querido Javier. Ojalá este sea el inicio de una serie en la que personajes de nuestra utopía falocrática actual encuentran sus precursores en nuestra literatura. ¡Saludísimos!

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  2. Vaya prosa, Javier ¡Excelente! Me permitiré compartirlo.

    Un abrazo.

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