Mujiquita ascendió a la sala constitucional
Javier B. Seoane C.
A Luis Fernando
En no pocas de sus abundantes y "barrocas" alocuciones Hugo
Chávez mentó a Mr. Danger, aquel personaje de Doña Bárbara que representa al norteamericano que se asocia con la
caudilla ―valga la palabra para estar a tono con la Constitución― para sacar
pingües ganancias de la explotación del territorio nacional. Era, para el
supremo líder que contribuyó como ninguno a conducirnos hasta la Venezuela
actual, expresión literaria del ominoso imperialismo yanqui en nuestras
tierras. En cambio, no solía mencionar el fallecido presidente a la propia Doña
Bárbara, aunque quizás al mirar su propio rostro en el espejo del baño más de
una vez la sintiera cerca, muy cerca. Del mismo modo, otros personajes fueron
sistemáticamente obviados en el discurso del Yo, el Supremo. Acaso Santos
Luzardo con aquello del respeto de las leyes y la necesidad de establecer cercas
(límites) al caudillo le parecía insulso; acaso Marisela demasiado bucólica
para sus planes de hacer Historia; acaso Lorenzo Barquero se le presentaba muy
prosaico en más de uno de sus "seguidores" que, adormecido por el alcohol, “hacia el paro” de
escucharlo en uno de sus acostumbrados mítines electorales de la Avenida
Bolívar.
Otro personaje de la novela de Gallegos ausente en el
discurso del Comandante Eterno fue Mujiquita. Recordemos por un momento de
quién se trata. Para la época en que se desarrolla la novela, se presenta como
todo un académico pues ostenta título de bachiller. Sin duda, el hombre hasta
algo de epistemología nos contaría, siendo que al coincidir con la época del
auge del positivismo lógico ―la novela se publica el mismo año que el
manifiesto del Círculo de Viena― seguramente nos daría buenos argumentos
críticos contra esos europeos de la derecha internacional. En todo caso,
Mujiquita es hombre de leyes pues desempeña funciones en la jefatura civil, funge como el asistente del militar que ostenta el cargo de jefe civil. Si
hubiese pertenecido a la Venezuela rentista, a la Gran Venezuela de las becas
Gran Mariscal de Ayacucho, o a la Venezuela de la revolución bolivariana que
quiso reeditarlas pero en clave del flamante socialismo del Siglo XXI, de
seguro el bachiller habría optado por estudios de Doctorado en Europa y hasta
en la silla de algún renombrado filósofo escocés de la ilustración se hubiese
sentado, aunque por admirar tantas maravillas imperialistas le impidieran por
distracción traer el título de Doctor a pesar de consumirse un quinquenio de
beca sueldo.
Mujiquita es un personaje muy interesante. Representa el
derecho torcido. Es un buen servidor de la caudilla ―una vez más con la lógica
constitucional― y del militar de turno, siempre atento a sus demandas, agradecido a ella y a él por haber
llegado sin méritos al cargo logrado ―el bachiller no había ejercido la
abogacía como carrera pues, probablemente, su inclinación era la lectura del Novum Organon (Bacon) y mantener una
lucha titánica, cual Don Quixote, contra el positivismo antidialéctico. Me
recuerda tanto a un exministro de Turismo del actual presidente, de apellido
Izarra, quien en entrevista de “Vladimir a la 1” mostró su agradecimiento
infinito al heredero del Supremo por nombrarlo en tan honorable cargo a pesar
de desconocer completamente la materia. No importa, somos países de echaos pa´lante,
por lo que el nuevo ministro prometió ante el Villegas meterse un puñal de la
materia turística durante la semana que corría por esos días (si no ha ocurrido
algún accidente en los archivos de Globovisión).
Sepa disculpar el amigo lector las digresiones de mi
memoria. Volvamos a Mujiquita. Podríamos versionarlo en los tiempos que corren.
Nuestra Venezuela socialista cuenta ya con innumerables profesionales.
Seguramente Mujiquita sería ya no bachiller sino abogado, aunque tampoco habría
ejercido la profesión pues pronto habría descubierto su vocación y firme
convicción revolucionaria. Tal vez nuestro hombre se habría unido a una Escuela
de Sociología para contribuir a la revolución mientras llegan los tiempos de
hacer Historia. Allí habría tenido de alumnos a Ministros de cualquier cartera
con aspiraciones reiteradamente frustradas de gobierno mirandino o a más de una
rectora en materia electoral próximas –muy próximas― al alcalde capitalino. Con
el carisma de quien es hábil con el lenguaje demagógico, y de quien llega a la
universidad en motota BMW-1000, tendría a más de una carajita enamorada tras
él, muchachitas de esas que andan buscando un padre ―aunque se racionalice bajo
la figura de “hombre maduro”. Con esos credenciales, Mujiquita habría llegado a
vicerrector de Universidad recién creada y pronto a Magistrado de Sala Constitucional
para…
El Mujiquita del Siglo XXI es el mismo del galleguiano de inicios del
Siglo XX, pero ahora no está en la jefatura civil de un perdido pueblo araucano
sino en la Sala Constitucional de la nación, con el firme propósito de seguir
sus convicciones, porque los pueblos siempre se equivocan y terminan sobrando,
como bien anunció aquel dramaturgo marxista y revolucionario autor de Madre Coraje. Fue profesor mío,
contribuyó a mi vocación filosófica como pocos, carismático, creo que por
momentos amaba lo que hacía en su trabajo universitario. Hoy, a mis cincuenta
años, sigue enseñándome, si bien por el lado de la negación, de lo que no debe
ser. Como él, son muchos los mujiquitas que hoy empujan a la tragicomedia
venezolana, ―lo que recuerda al Marx de El
dieciocho brumario ¿Cuántos mujiquitas más hemos de padecer?
@99javier
Leído y compatido querido Javier. Ojalá este sea el inicio de una serie en la que personajes de nuestra utopía falocrática actual encuentran sus precursores en nuestra literatura. ¡Saludísimos!
ResponderEliminarMuchas gracias mi profe!
EliminarVaya prosa, Javier ¡Excelente! Me permitiré compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo.