Venezuela y sus relatos
Blog dedicado al estudio de las formas de relatar la identidad venezolana y otros trabajos del Prof. Javier B. Seoane C.
jueves, 16 de marzo de 2017
lunes, 6 de febrero de 2017
Biblioteca digital
Con el siguiente enlace puede acceder a nuestra biblioteca digital con exclusivos fines educativos:
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sábado, 4 de febrero de 2017
Mujiquita ascendió a la sala constitucional
Mujiquita ascendió a la sala constitucional
Javier B. Seoane C.
A Luis Fernando
En no pocas de sus abundantes y "barrocas" alocuciones Hugo
Chávez mentó a Mr. Danger, aquel personaje de Doña Bárbara que representa al norteamericano que se asocia con la
caudilla ―valga la palabra para estar a tono con la Constitución― para sacar
pingües ganancias de la explotación del territorio nacional. Era, para el
supremo líder que contribuyó como ninguno a conducirnos hasta la Venezuela
actual, expresión literaria del ominoso imperialismo yanqui en nuestras
tierras. En cambio, no solía mencionar el fallecido presidente a la propia Doña
Bárbara, aunque quizás al mirar su propio rostro en el espejo del baño más de
una vez la sintiera cerca, muy cerca. Del mismo modo, otros personajes fueron
sistemáticamente obviados en el discurso del Yo, el Supremo. Acaso Santos
Luzardo con aquello del respeto de las leyes y la necesidad de establecer cercas
(límites) al caudillo le parecía insulso; acaso Marisela demasiado bucólica
para sus planes de hacer Historia; acaso Lorenzo Barquero se le presentaba muy
prosaico en más de uno de sus "seguidores" que, adormecido por el alcohol, “hacia el paro” de
escucharlo en uno de sus acostumbrados mítines electorales de la Avenida
Bolívar.
Otro personaje de la novela de Gallegos ausente en el
discurso del Comandante Eterno fue Mujiquita. Recordemos por un momento de
quién se trata. Para la época en que se desarrolla la novela, se presenta como
todo un académico pues ostenta título de bachiller. Sin duda, el hombre hasta
algo de epistemología nos contaría, siendo que al coincidir con la época del
auge del positivismo lógico ―la novela se publica el mismo año que el
manifiesto del Círculo de Viena― seguramente nos daría buenos argumentos
críticos contra esos europeos de la derecha internacional. En todo caso,
Mujiquita es hombre de leyes pues desempeña funciones en la jefatura civil, funge como el asistente del militar que ostenta el cargo de jefe civil. Si
hubiese pertenecido a la Venezuela rentista, a la Gran Venezuela de las becas
Gran Mariscal de Ayacucho, o a la Venezuela de la revolución bolivariana que
quiso reeditarlas pero en clave del flamante socialismo del Siglo XXI, de
seguro el bachiller habría optado por estudios de Doctorado en Europa y hasta
en la silla de algún renombrado filósofo escocés de la ilustración se hubiese
sentado, aunque por admirar tantas maravillas imperialistas le impidieran por
distracción traer el título de Doctor a pesar de consumirse un quinquenio de
beca sueldo.
Mujiquita es un personaje muy interesante. Representa el
derecho torcido. Es un buen servidor de la caudilla ―una vez más con la lógica
constitucional― y del militar de turno, siempre atento a sus demandas, agradecido a ella y a él por haber
llegado sin méritos al cargo logrado ―el bachiller no había ejercido la
abogacía como carrera pues, probablemente, su inclinación era la lectura del Novum Organon (Bacon) y mantener una
lucha titánica, cual Don Quixote, contra el positivismo antidialéctico. Me
recuerda tanto a un exministro de Turismo del actual presidente, de apellido
Izarra, quien en entrevista de “Vladimir a la 1” mostró su agradecimiento
infinito al heredero del Supremo por nombrarlo en tan honorable cargo a pesar
de desconocer completamente la materia. No importa, somos países de echaos pa´lante,
por lo que el nuevo ministro prometió ante el Villegas meterse un puñal de la
materia turística durante la semana que corría por esos días (si no ha ocurrido
algún accidente en los archivos de Globovisión).
Sepa disculpar el amigo lector las digresiones de mi
memoria. Volvamos a Mujiquita. Podríamos versionarlo en los tiempos que corren.
Nuestra Venezuela socialista cuenta ya con innumerables profesionales.
Seguramente Mujiquita sería ya no bachiller sino abogado, aunque tampoco habría
ejercido la profesión pues pronto habría descubierto su vocación y firme
convicción revolucionaria. Tal vez nuestro hombre se habría unido a una Escuela
de Sociología para contribuir a la revolución mientras llegan los tiempos de
hacer Historia. Allí habría tenido de alumnos a Ministros de cualquier cartera
con aspiraciones reiteradamente frustradas de gobierno mirandino o a más de una
rectora en materia electoral próximas –muy próximas― al alcalde capitalino. Con
el carisma de quien es hábil con el lenguaje demagógico, y de quien llega a la
universidad en motota BMW-1000, tendría a más de una carajita enamorada tras
él, muchachitas de esas que andan buscando un padre ―aunque se racionalice bajo
la figura de “hombre maduro”. Con esos credenciales, Mujiquita habría llegado a
vicerrector de Universidad recién creada y pronto a Magistrado de Sala Constitucional
para…
El Mujiquita del Siglo XXI es el mismo del galleguiano de inicios del
Siglo XX, pero ahora no está en la jefatura civil de un perdido pueblo araucano
sino en la Sala Constitucional de la nación, con el firme propósito de seguir
sus convicciones, porque los pueblos siempre se equivocan y terminan sobrando,
como bien anunció aquel dramaturgo marxista y revolucionario autor de Madre Coraje. Fue profesor mío,
contribuyó a mi vocación filosófica como pocos, carismático, creo que por
momentos amaba lo que hacía en su trabajo universitario. Hoy, a mis cincuenta
años, sigue enseñándome, si bien por el lado de la negación, de lo que no debe
ser. Como él, son muchos los mujiquitas que hoy empujan a la tragicomedia
venezolana, ―lo que recuerda al Marx de El
dieciocho brumario ¿Cuántos mujiquitas más hemos de padecer?
@99javier
jueves, 4 de febrero de 2016
Programa del seminario "Ser-venezolano: discursos sobre identidad y crisis"
Ser-Venezolano: discursos sobre identidad y
crisis
Introducción
“La imagen de la historia se convierte en un factor de
nuestra voluntad, pues la manera como pensemos la historia limita nuestras
posibilidades o nos sostiene por sus contenidos o nos desvía tentadoramente de
nuestra realidad.” (Jaspers,
1985: 297).
Nuestro ser colectivo y
personal es un ser en un mundo que se configura por un entramado complejo de
significaciones que develan determinadas formas de presentarse los fenómenos.
Nuestro mundo está pre-constituido hermenéuticamente, hemos accedido al mismo
desde nuestra primera infancia por medio de los diversos agentes de
socialización: familia, escuela, medios de comunicación social, iglesias,
organizaciones comunitarias, etc., Desde esa pre-constitución es que se
manifiestan los entes como fenómenos y, por ello, el mundo no puede entenderse
como un ente natural deshistorizado.[1] Antes, es un mundo histórico, pues su ser interpretado e interpretante se ha realizado
en los avatares humanos del tiempo. En otras palabras, toda conciencia de fenómenos
es ya una interpretación. Toda interpretación, a su vez, es la configuración de
sentidos de un momento determinado en el despliegue de la historia humana.
La condición hermenéutica
La condición humana, que no naturaleza humana, es,
así, una condición hermenéutica en la que, en su actitud natural
(pre-reflexiva), se abre como horizonte un mundo que es siempre una compleja
red de redes de significaciones en la que los entes, los objetos, se descubren
de determinados modos y se ocultan a muchos otros modos. Se trata, en palabras
más propias de las tradiciones de las ciencias sociales, una condición cultural
en un sentido próximo a como la entendiera Clifford Geertz, pero también en el
sentido de que esa cultura se encarna en el día a día de un mundo de la vida (Lebenswelt).
Más que hechos hay interpretaciones de los
hechos (Nietzsche), y nunca antes mejor dicho cuando se trata de relatos acerca
de la identidad colectiva, de la identidad de un país y de su narrar su propio
devenir. En cuanto que interpretaciones, no podemos escapar del lenguaje que
construye y reconstruye incesantemente lo real, que lo realiza en su decir que
es también un hacer. Con Nietzsche, con Heidegger y con Wittgenstein, pero
también con Gadamer, diremos que el lenguaje es constitutivo del mundo, si bien
no resulta su único constituyente. La conciencia hermenéutica arranca de esta
otra conciencia de la condición ontológica del lenguaje. El concepto de
lenguaje que aquí se plantea es, en consecuencia, tan amplio como el famoso
enunciado de Heidegger: “el lenguaje es la casa del Ser.” Lo que es, lo que
somos, llega a nuestra presencia manifestándose como lenguaje que discurre en
forma de interpretaciones que constituyen el sentido de nuestro mundo cultural.
Estas interpretaciones nos habilitan para pensar y pensarnos al mismo tiempo
que nos limitan. Sin ellas no sería posible contarnos, proyectarnos hacia el
pasado al modo de relatos de nuestra historia y proyectarnos hacia el futuro al
modo de programas por realizar y que sirvan para corregir lo que consideramos
degeneraciones y orientar las regeneraciones anheladas. De este modo, las
interpretaciones que discurren por el lenguaje nos habilitan para el
pensamiento y la acción. Empero, por otra parte, no hay interpretación, y en el
caso que nos concierne interpretación sociocultural, que dé cuenta de la
totalidad que somos. Toda interpretación nos descubre una forma de mirarnos,
pero nos oculta otras formas de hacerlo. Y por eso toda interpretación limita.
De ahí la importancia de saber que siempre estamos instalados en el mundo desde
una interpretación, pues este saber resulta condición para mantener una actitud
de apertura y alerta ante la diversidad hermenéutica, una actitud que, al final
de cuentas, permita ampliar nuestras formas de comprendernos y de comprender al
otro. En otros términos, nuestro
mundo (cultural, simbólico) tiene ya un sentido, una forma de manifestarse que
devela a la par que oculta las posibilidades de ser, pues todo develar es el
poner de una intencionalidad permeada por su carácter histórico, jamás la
plenitud de un develar. Todo develar oculta insoslayablemente. Reconocer esto
es el punto de partida para desactivar nuestros lechos de Procustro, para
detectar las cavernas platónicas en que habitamos y que muchas veces
confundimos con la totalidad del mundo.
Como sentido, repetimos,
el mundo es ya interpretación y nosotros, como seres-en-el-mundo estamos
constituidos desde interpretaciones. Nuestro ver las cosas no resulta ingenuo:
es un mirar, esto es, un ver-dirigido-a,
un ver intencional. En el infinito horizonte nuestro ver se fija
intencionalmente, recorta la infinitud en un nuevo horizonte ahora finito.
Intencionalidad no significa aquí sujeto consciente, claro y distinto,
cartesiano. Se trata de la intencionalidad a lo Brentano: ver inevitablemente
un algo, dirigirse fenoménicamente a un algo. Por ejemplo, ver (mirar) los
objetos como algo independiente de los sujetos es un verlos ya dirigidos
(mirarlos) desde una interpretación como algo. Y verlos así es ineludiblemente
dejarlos de ver de otro modo, de otros modos que se nos ocultan: no sé cómo no
los veo (miro). Esta conciencia hermenéutica permite deconstruir nuestra forma
de pensamiento y disposición en el mundo para recuperar un pensar el pensar.
Impensar para liberar el pensamiento. Pero este recuperar tiene un límite
hermenéutico: nuestra facticidad, historicidad, temporalidad, obliga
irremediablemente a pensar siempre desde un lugar, desde un mundo. Nuestro
esfuerzo deconstructivo resulta finito, sólo el silencio, la aniquilación, la
anulación de todo lenguaje puede impedir que volvamos a limitarnos. Pero la
aniquilación es la imposibilidad de ser. No hay, entonces, escape: el lenguaje
es la casa del Ser. Y el lenguaje muestra y oculta, la palabra trae a la presencia
algo, pero oculta aspectos de ese algo y de otros “algos”. El lenguaje
constituye el mundo y nos constituye a nosotros como parte de ese mundo; toda
analítica epistemológica de sujeto-objeto es ilusoria en el peor de los
sentidos de esta palabra.
El lenguaje se manifiesta
de diversos modos: mitos, poesía, artes, discursos científicos, filosóficos,
religiosos, etc. Las identidades colectivas se expresan históricamente en estas
diferentes maneras. Por otra parte, los juicios sobre crisis sociales,
económicas, políticas y culturales se asocian precisamente a ciertas formas de
comprender la identidad. Lo que entra en crisis es una identidad en el sentido
de que toda crisis es crisis de algo, de una entidad. Identidad y crisis se
expresan en el lenguaje. Para el curso que se presenta es de particular interés
los discursos sobre la identidad venezolana que se objetivan en los lenguajes del
cine, la literatura y la ensayística venezolana del período comprendido entre
1914 y 2014, si bien no se exime el tratamiento de otros tipos de discurso
según el interés que expresen los cursantes.
Rentismo y ejes hermenéuticos
En lo que refiere al elemento inicial que se usará
para identificar interpretaciones matriciales sobre la identidad sociocultural
del ser-venezolano del último siglo y su crisis será el concepto del rentismo.
En ningún caso se trata de reducir toda la clave de la comprensión nacional a
este fenómeno. Antes bien, para que el rentismo cuajara como mentalidad se precisaba un caldo de
cultivo histórico previo que lo permitiera. Pero lo más importante, hay otras
claves hermenéuticas distintas al rentismo para dar cuenta de la identidad
venezolana del último siglo, desde elementos raciales (algunas corrientes
positivistas) hasta teorías de la conspiración. No obstante, se trata de
apuntalar pedagógicamente el curso sobre este fenómeno económico, político y
sociocultural para asir desde un tópico concreto los modos de construir las
interpretaciones del ser-venezolano contemporáneo. Obviamente, no es un asa
cualquiera. Sin duda, el rentismo como interpretación ha tenido hegemonía
hermenéutica en los predios académicos.
Lo que podamos decir sobre el rentismo descansa en
interpretaciones de segundo grado, cuando no en otras de mayor grado:
interpretaciones de y sobre otras interpretaciones. A final de cuentas, no
hemos sacado de una chistera lo del rentismo en Venezuela, sino que desde
pequeños lo hemos escuchado y luego lo estudiamos siguiendo textos, cruzando
discursos, leyendo novelas y cuentos; viendo nuestras películas y telenovelas;
considerando nuestro teatro; observándolo en las representaciones de nuestras
artes plásticas y en la escucha de nuestra música; persiguiendo los fantasmas
de dicho rentismo en nuestro transitar por las estrechas y a veces hasta
ausentes aceras de nuestra cotidianidad; por los relojes públicos carentes de
toda obsesión por la precisión y la puntualidad; por los “carritos por puesto”
que partirán ”cuando se llenen”; por un tráfico automotor para el que todo lo
que es posible resulta posible; por semáforos que dan señal verde a peatones y
vehículos al mismo tiempo ─y no por falla alguna en el sistema que los
cronometra─; por los malos olores de una ciudad a la que poco preocupa el
turista, tan poco que ni señalamiento adecuado posee y tampoco una racionalidad
única en las direcciones.
Hemos estudiado, observado, escuchado, saboreado,
olfateado y tocado el rentismo. Mas, hablar de rentismo es hablar de un
concepto y su aparecer y desplegar en la escena histórica. Ya dijimos que el
escenario histórico que nos interesa es el del siglo que comienza hacia 1914,
pues nos concentramos en el rentismo que se genera a partir de la explotación petrolera
en el país. No se trata, entonces, de cualquier rentismo, de una abstracción
histórica. Se trata del rentismo que se configura como lógica cultural en el
siglo XX de Venezuela a partir de una economía política basada en las rentas
obtenidas por la explotación petrolera. ¿Cómo se ha concebido dicho rentismo en
Venezuela por parte de interpretantes significativos (intelectuales, políticos,
artistas)? Pérez Schael (2011) llama la atención sobre tres visiones iniciales
acerca del rentismo derivado de la explotación de los hidrocarburos, cada una
de ellas descansando en textos de relevantes personajes de la Venezuela del
siglo XX, a saber: Alberto Adriani (1898-1936), Arturo Uslar Pietri (1906-2001)
y Rómulo Betancourt (1908-1981). A estas tres, como cabe esperar, agrega la
suya propia sustentada por el olvido de los hidrocarburos como fuente de
energía. Para Adriani se precisaba forjar una mentalidad productiva en el país
para que la renta petrolera fuese debidamente invertida en un robusto
crecimiento socioeconómico de la nación. Para Uslar se precisaba también
“sembrar el petróleo”, tornarlo productivo para evitar que pasara lo que, a su
entender, pasó: que el país se volvió un parásito del Estado distribuidor de la
renta. Para Betancourt, la explotación petrolera puso a Venezuela en la órbita
de la dominación imperialista que nos condenaría al subdesarrollo. Más
recientemente, Coronil (2013) entiende que el rentismo en Venezuela, que tornó
parásito del Estado al país, fue un proceso estrechamente condicionado por la
precariedad de las instituciones políticas, económicas y sociales existentes
para 1914. Esta debilidad hizo casi inevitable el devenir de una fuerte
dependencia rentista de la explotación de los hidrocarburos. En cambio,
Bautista Urbaneja (2013) opone a esta visión sistémica limitante de la voluntad
humana otra que se basa en las elecciones que en determinados hitos históricos
(el último quinquenio de Gómez, el período de Pérez Jiménez y el primer período
de Carlos Andrés Pérez) tomaron actores políticos en función de una serie de
variables vinculadas a la sustentación del poder político. ¿Fue la estructura
rentista producto de la voluntad política de los actores o dependencia generada
por la forma sistémica de integración al mercado mundial? Más bien, ¿no serán
estos dos puntos los extremos de un eje hermenéutico que va del voluntarismo al
determinismo y en el que caben interpretaciones con matices muy diversos?
Adicionalmente, si de voluntad política se tratase, ¿es esa voluntad una buena
voluntad o una voluntad de dominación? Y si fuese más bien cuestión de
determinación sistémica por, por ejemplo, nuestra incorporación tardía al
sistema capitalista mundial como proveedores de energía fósil, ¿se trata de un
determinismo que descansa en la dominación del capital o de factores muy
diversos no necesariamente asociado al ejercicio del poder internacional? De
este modo, ¿no estaríamos más bien aquí ante otros dos puntos extremos de otro
eje hermenéutico que, en este caso, va de interpretaciones sustentadas en la
sospecha (Ricoeur) de la dominación hasta otras sustentadas en la escucha (Ricoeur)
del sentido en que fuimos determinados por factores que no podíamos controlar? En
este otro eje, ¿no caben también interpretaciones con matices muy diversos? En
la siguiente figura ilustramos los dos ejes hermenéuticos en que descansaremos
nuestro análisis de los discursos sobre la identidad y crisis de la Venezuela
contemporánea.
En el eje vertical
tenemos los extremos superior de la voluntad e inferior de la sospecha. En el
horizontal disponemos de los extremos izquierdo de la voluntad y derecho del
determinismo. Cada discurso que se logre identificar a partir de los criterios
hermenéuticos propuestos (escucha, sospecha, voluntarismo y determinismo) se
ubicará en unas coordenadas específicas de los ejes señalados, lo que servirá para
establecer comparativas de los discursos y sus tópicos respectivos.
En todo caso, el rentismo
resulta, para nuestros fines expositivos en el curso, una cultura extendida
socialmente que tiene sus anclajes en la configuración del modelo económico y
político que se implantó en Venezuela a partir de la obtención de rentas
provenientes, fundamentalmente, del cobro de royalties e impuestos a las compañías extractoras de petróleo
─primero transnacionales extranjeras y luego nacionales─ y que, en esta dirección,
dotó al Estado de crecientes recursos en divisas extranjeras no provenientes de
la capacidad productiva nacional sino de clientes de la economía internacional.
A partir de estas rentas, que aparecen en el marco de una economía de base
agraria tradicional, en gran parte precapitalista, integrada precariamente al
mercado mundial con la exportación básicamente de café y cacao, el Estado
venezolano se convirtió en el principal ente capitalista del país.
Desarrollando diferentes modelos de modernización según los proyectos políticos
que en determinadas épocas se impusieron en el transcurrir del último siglo, el
Estado se convirtió en el motor dinamizador de la economía toda. Con los
grandes cambios en materia económica aparecieron del mismo modo relevantes cambios
sociales (urbanización creciente del país, amortiguación de los conflictos
entre clases y estratos sociales, por ejemplo), importantes cambios políticos
(surgimiento de los partidos y movimientos políticos contemporáneos así como de
prácticas populistas) y significativos cambios culturales (entre otros
aspectos, cabe reseñar, el resurgimiento del mito de El Dorado ahora en clave
de oro negro, consumismo creciente, reforzamiento de la viveza o picardía
tradicional). En todo caso, el modelo rentista suscitó
una serie de beneficios que no se correspondieron con el esfuerzo productivo
requerido para alcanzarlos. A la par, el modelo originó igualmente importantes
distorsiones en los sistemas económico, político, social y cultural de la
sociedad nacional (falta de diversificación de la economía, falta de
emprendimiento económico, disociación entre trabajo y productividad,
paternalismo de Estado, clientelismo político, burguesías parasitarias,
sobrevaloración de la moneda nacional, disociación del sistema educativo de la
productividad económica).
La base rentista del Estado descansó en la lógica
de la economía nacional y sus modos de vincularse a la división internacional
del trabajo y el mercado mundial a partir de la explotación petrolera, ya
determinante desde la década de los treinta del siglo pasado, El rentismo
impulsó una vida económica condicionada por la llamada enfermedad holandesa,
una sociedad y cultura marcadas por el consumo y el “nuevorriquismo”, así como
una práctica política de corte populista y que magnificó el poder del Estado
sobre el país incrementando diferentes tipos de autoritarismo y corrupción
administrativa ─y no sólo administrativa.
Llegados a este punto, y a modo de resumen, el curso
que se ofrece explora y analiza una serie
de discursos prototípicos que sobre el rentismo se han elaborado en los últimos
cien años a modo de ejercicio propedéutico a la reconstrucción de diversas
interpretaciones del ser-venezolano contemporáneo y su crisis. A la par, y
en la medida en que los tiempos del período lectivo lo permitan, estos
discursos serán puestos en juego en combinación con el análisis de algunas
manifestaciones culturales venezolanas que se seleccionarán oportunamente
dentro de la dinámica del curso.[2]
Objetivos
General:
Explorar y analizar una
serie de discursos prototípicos que sobre el rentismo se han elaborado en los
últimos cien años a modo de ejercicio propedéutico a la reconstrucción de
diversas interpretaciones del ser-venezolano contemporáneo y su crisis.
Específicos:
1. Analizar los discursos fundadores sobre la relación del Estado
venezolano con la renta petrolera de Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri,
Rómulo Betancourt y Juan Pablo Pérez Alfonzo.
2. Analizar los discursos de las últimas décadas (1990 hasta el presente)
sobre la relación del Estado venezolano con la renta petrolera de José Ignacio
Cabrujas, María Sol Pérez Schael, Fernando Coronil y Diego Bautista Urbaneja.
3. Explorar el impacto de los discursos sobre el rentismo en las
manifestaciones culturales del cine, la literatura, las artes plásticas y la
opinión publicada nacionales.
Temario
El curso se
estructurará a partir de los siguientes temas:
Tema 1: Introducción a la noción de
discurso y hermenéutica.
1.1.
Noción de discurso: su orden y sus formas de análisis.
1.2.
Introducción a la condición hermenéutica de la vida sociocultural.
Tema 2: Discursos fundadores sobre la
relación del Estado venezolano con la renta petrolera.
2.1.
Alberto Adriani: impulsar una mentalidad productiva.
2.2.
Arturo Uslar Pietri: sembrar el petróleo.
2.3.
Rómulo Betancourt y Juan Pablo Pérez Alfonzo: el excremento del diablo.
Tema 3: Discursos recientes sobre la
relación histórica del Estado venezolano con la renta y su crisis.
3.1. Fernando
Coronil Imber y Asdrúbal Baptista: el eje hermenéutico del condicionamiento
sistémico del rentismo.
3.2.
Diego Bautista Urbaneja y María Sol Pérez Schael: El eje hermenéutico de la
voluntad política como hacedora del rentismo.
3.3.
José Ignacio Cabrujas: la mentalidad rentista.
Tema 4: Manifestaciones de los
discursos sobre el rentismo en las artes, la literatura y la opinión publicada.
4.1. Literatura
y dramaturgia: Ramón Díaz Sánchez (Mene),
Miguel Otero Silva (Casas muertas, Oficina N° 1 y Cuando quiero llorar no lloro), Adriano González León (País Portátil) y César Rengifo (Tetralogía sobre petróleo).
4.2. Cine:
“Cabimas, donde todo comenzó” (2012), de Jacobo Penzo; “Adiós Miami” (1984), de
Antonio Llerandi; “El día que se terminó el petróleo” (1980), de José Ignacio
Cabrujas e Ibsen Martínez; “El crimen del penalista” (1979), de Clemente de la
Cerda; y, “Pandemonium, la capital del infierno” (1997), de Román Chalbaud.
Relación de cine con artes plásticas: “El arte de Juan Loyola” (s/f.), de Juan
Loyola.
4.3. Opinión:
colección de programas de Primer Plano (RCTV) de la década de los noventa con
entrevistas a, entre otros, Arturo Uslar Pietri, Asdrúbal Baptista, Teodoro
Petkoff, Jorge Olavarría. Artículos de opinión seleccionados de El Universal, El Nacional y Últimas
Noticias. Archivo de Sofía Ímber y Carlos Rangel (disponible en el portal
web de la Universidad Católica Andrés Bello).
Metodología
El curso
se fomentará a partir de conferencias del profesor sobre las nociones de
discurso y hermenéutica y las hermenéuticas del rentismo del ser-venezolano
junto con la discusión sobre textos y tópicos referidos a la temática tratada,
así como a través de la participación activa de los cursantes con sus
respectivas propuestas de investigación sobre algunas de las manifestaciones
culturales del país.
Durante
el primer tercio del semestre (las primeras cinco sesiones) predominarán las
conferencias del profesor. Para el segundo tercio (cinco sesiones siguientes)
se discutirán textos seleccionados de los autores objeto de estudio. El
desarrollo del último tercio (cinco sesiones finales) se concentrarán en el
análisis y discusión de las principales tesis sobre el rentismo de los autores
puesta en juego con algunas de las manifestaciones culturales seleccionadas por
los cursantes para su investigación del curso
Aproximación bibliográfica
Textos básicos
ADRIANI, Alberto (1998): Textos escogidos, Biblioteca Ayacucho,
Caracas.
BAUTISTA URBANEJA, Diego (2013): La renta y el reclamo. Ensayo sobre petróleo
y economía política en Venezuela, Alfa, Caracas.
BETANCOURT, Rómulo (1979): Venezuela, política y petróleo, Seix
Barral, Barcelona
CABRUJAS, José Ignacio (2009): El mundo según Cabrujas, Alfa, Caracas.
CORONIL IMBER, Fernando (2013): El estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela, Alfa, Caracas.
PÉREZ ALFONZO,
Juan Pablo (1976): Hundiéndonos, el
excremento del diablo, Lisbona, Caracas.PÉREZ SCHAEL, María Sol (2011): Petróleo, cultura y poder en Venezuela, El Nacional, Caracas.
USLAR PIETRI, Arturo
(1989): De una a otra Venezuela,
Monte Avila, Caracas.
VV.AA. (2001): Textos fundamentales de Venezuela, Fundación para la cultura
urbana, Caracas. (Selección de Rafael Arráiz Lucca y Edgardo Mondolfi Gudat).
Aproximación bibliográfica complementaria sobre Venezuela y las coordenadas teórico-epistemológicas que orientan al curso
ABOUHAMAD, Jeannette (1970): Los hombres de Venezuela, Universidad
Central de Venezuela, Caracas.
ADRIANI, Alberto (1946): Estímulo a la juventud, Labor
venezolanista, 2ª edición, Caracas.
AGGER,
Ben (1998): Critical social theories,
Westview Press, Colorado.
APEL, Karl-Otto (1985):
La transformación de la filosofía,
Taurus: Madrid.
ARAUJO, Orlando (1969): Situación industrial de Venezuela,
Universidad Central de Venezuela, Caracas.
BANKO, Catalina (2001): Régimen medinista e intervencionismo
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BAPTISTA, Asdrúbal (1989):
“Tiempos de mengua. Los años finales de una estructura económica” en Venezuela contemporánea 1974-1989,
Fundación Eugenio Mendoza, Caracas.
BAPTISTA, Asdrúbal (1991): Bases cuantitativas de la economía
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BAPTISTA, Asdrúbal (1997): Teoría económica del capitalismo rentístico,
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BAPTISTA, Asdrúbal (2004): El relevo del capitalismo rentístico. Hacia
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económico venezolano: un ensayo, Ediciones IESA, Caracas.
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el 24/11/2015).
[1] Si la conciencia es en sí misma intencional, si la intencionalidad
es su esencia, entonces, la representación de una conciencia natural,
simplemente lógica, resulta tamaña ingenuidad, una en la que frecuentemente se
instalan las ciencias positivas (ciencias que no piensan, en el decir de
Heidegger). En otras palabras, la ciencia no se interroga por el mundo, está
instalada ingenuamente en el mismo.
[2]
Manifestaciones culturales que, por poner sólo algunos pocos casos, se expresan
en la literatura (Adriano González León, Ana Teresa Torres, Ramón Díaz Sánchez,
Miguel Otero Silva, Aquiles Nazoa, Rómulo Gallegos, Alberto Arvelo, etc.); el
cine (Clemente de la Cerda, Román Chalbaud, Diego Rísquez, Iván Feo, Mauricio
Walerstein, Carlos Azpúrua); el teatro (José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón,
Rodolfo Santana, Leonardo Padrón, César Rengifo); las artes plásticas (Jacobo
Borgés, Carlos Cruz Diéz, Jesús Soto, Víctor Valera, Mateo Manaure, Alejandro
Otero, Oswaldo Vigas, César Rengifo, Pedro León Zapata); la música (Simón Díaz,
Oscar D´León, Rock); el humorismo (Aquiles Nazoa, Claudio Nazoa, Laureano
Márquez, Pedro León Zapata); en la prensa escrita de opinión; manifestaciones
en el ciberespacio como redes sociales, foros, páginas web, blogs, etc.;
gastronomía; urbanismo; telenovelas; series de televisión y radio; programas de
opinión de televisión y radio.
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