Las líneas que siguen fueron elaboradas en función de estudiantes interesados en una obra tan prolífica como la de Max Weber (1864-1920). En ese sentido, a ellos van dirigidas las próximas páginas. Pretendemos aproximarnos a la concepción que este pensador tuvo sobre el conocimiento de lo social y su relación con las prácticas sociales. No buscamos la originalidad, buscamos simplemente tratar de surcar un breve lindero tomados de la mano de este genio de las ciencias de la cultura. Espero que logremos asirnos bien de su mano. Comenzaremos con una aproximación a su reflexión epistemológica sobre las ciencias de la cultura y concluiremos con un par de críticas a su postura, críticas que en todo caso jamás desmeritan tan magna obra.
La reflexión de Max Weber sobre el conocimiento de las ciencias de la cultura aparece en el contexto generado por el Methodenstreit alemán de finales del siglo XIX. Parte importante de esta disputa sobre el método en las ciencias tiene su origen en la reacción contra el positivismo de Wilhelm Dilthey, y en las respuestas que a éste dieron, sobre todo, los neokantianos Wilhelm Windelband y Heinrich Rickert.
Dilthey afirmaba que las ciencias del espíritu requerían de un método distinto del de las ciencias naturales, puesto que el objeto de estudio de las primeras era de naturaleza diferente del objeto de las segundas. El método tenía que estar en función del objeto de estudio. Luchaba contra el racionalismo uniformador del positivismo y su metafísica naturalista: mientras el mundo de la naturaleza se presenta extraño al sujeto epistémico, el mundo humano, objeto de las ciencias del espíritu, constituye a dicho sujeto y le es familiar. Dilthey dirá entonces que el estudio de lo humano demanda comprensión (Verstehen), pues se trata de un mundo significativo, lleno de vida. Las ciencias naturales no requieren comprender sino explicar los fenómenos naturales, pero las ciencias del espíritu no pueden explicar sin comprender.
Como lo entendió la escuela neokantiana, especialmente con Windelband y Rickert, la propuesta de Dilthey resultaba metafísica, pues tenía que postular a priori ontologías diferentes para “la naturaleza” y para “el espíritu”. Por tal razón, para estos pensadores el problema de las ciencias del espíritu quedaba abierto. Para Windelband, la diversidad de las ciencias no remite a diferencias ontológicas de los objetos sino a la orientación marcada por los intereses cognoscitivos. Puestas las cosas así, existen explicaciones nomotéticas, cuyo conocimiento se orienta al establecimiento de leyes generales; y, explicaciones idiográficas, orientadas hacia la singularidad de los fenómenos. La oposición ontológica entre “naturaleza” y “espíritu” pierde sentido, pues tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales pueden orientarse nomotética o idiográficamente.
Heinrich Rickert, a diferencia de Windelband, reinstala la diferencia objetiva entre los dos tipos de ciencias sobre nuevas bases:[1] las ciencias de la cultura son ciencias de objetos valorativos, de bienes culturales, mientras que las ciencias de la naturaleza no han de considerarse de este modo. Coincide con Windelband en cuanto a la orientación general de las últimas y la orientación individual de las primeras. Por supuesto, ello introduce el problema de la objetividad, pues, ¿cómo ha de ser objetiva una ciencia que trata con valores? Rickert propone una solución: “El progreso esencial en las ciencias culturales, en lo que se refiere a su objetividad, a su universalidad y a su conexión sistemática, depende del progreso que se realice en la elaboración de un concepto objetivo y sistemáticamente organizado de la cultura; es decir, que depende de que nos acerquemos a una conciencia de los valores fundada sobre un sistema de valores válidos. En suma: la unidad y objetividad de las ciencias culturales está condicionada por la unidad y objetividad de nuestro concepto de la cultura, y ésta, a su vez, por la unidad y objetividad de los valores que valoramos.”[2] La propuesta de Rickert se encierra en un objetivismo ético, lo que la empuja nuevamente a la metafísica. Es en el marco de este contexto que cobra sentido la postura epistemológica que adoptó Max Weber.
La posición de Weber desde su concepción de sujeto epistémico
Weber se sustenta sobre las tesis neokantianas de Windelband y Rickert, a partir de las cuales es menester distinguir entre realidad fenoménica y realidad en sí. Para Weber no puede haber descripciones completas y exactas de la realidad, pues ellas siempre escapan a la finitud del sujeto epistémico. Por consiguiente, la realidad, en tanto que realidad fenoménica, es siempre un recorte, una selección hecha desde un sujeto que mantiene relaciones de valor con su cultura, tal como lo afirma Rickert.
Weber no niega totalmente las tesis de Dilthey, lo que niega es el carácter metafísico que las mismas revisten. Por el contrario, nuestro autor asume que la acción humana, a diferencia de la “acción” de los objetos de las ciencias naturales, es una acción significativa, cultural, cargada de sentido, la cual sólo se puede explicar comprendiéndola. La peculiaridad de los fenómenos culturales conlleva un tipo de causalidad diferente de la natural. Por consiguiente, las ciencias de la cultura y las ciencias de la naturaleza varían en cuanto al tipo de explicación que tienen que construir.
La selección de los problemas a investigar y el ordenamiento conceptual de los fenómenos está condicionado desde el comienzo por las relaciones de valor del sujeto con su entorno. Obviamente, ello limita la posibilidad de conocimiento de lo social si lo que se pretende es una objetividad absoluta, total, pues el sociólogo no es Dios: ni está fuera del mundo ni es omnisciente. Por el contrario, el sociólogo forma parte de un mundo sociocultural, desde el cual ha surgido la sociología ligada a demandas prácticas.[3] Tanto el sujeto, su disciplina y sus objetos de investigación están condicionados culturalmente de modo inexorable.
Los fenómenos culturales están cargados de significaciones y sentidos dados por los actores sociales en juego, por lo que las ciencias de la cultura demandan interpretación de las acciones para la consecución de las explicaciones. Se trata de fenómenos entramados en procesos continuos, sólo recortables por ejercicios de abstracción debidos al entendimiento humano, y que son constituidos por efecto de acciones sociales previstas e imprevistas. Todo ello, impulsa a Weber a introducir el Verstehen y la interpretación como condiciones de posibilidad del conocimiento de lo social. El investigador, el sujeto epistémico, tiene que comprender los contextos significativos y de acción de los actores sociales, sus motivaciones y valores, para interpretar las acciones acontecidas. Llegados aquí, cabe preguntarse, ¿en qué se diferencia el Verstehen propuesto por Weber del propuesto por Dilthey? Sin duda, una de las diferencias fundamentales recae en el rechazo weberiano al intuicionismo diltheyano. Weber quiere un Verstehen, una comprensión, controlada por argumentos y hechos fácticos.[4]
En todo caso, arribamos a tres puntos que aparentemente, al menos desde el paradigma epistemológico positivista, atentan contra la posibilidad de la objetividad en las ciencias de la cultura, a saber,
a.) El sujeto cognoscente está condicionado por relaciones culturales de valor, por lo que su construcción del objeto de investigación está condicionada por valores sociales y culturales.
b.) Los fenómenos culturales son fenómenos fundamentalmente singulares que no se pueden aislar, por lo que su aprehensión depende de recortes causales en el tiempo seleccionados por el sujeto cognoscente. Por consiguiente, resulta imposible dominar las múltiples determinaciones que constituyen un fenómeno. El investigador siempre tiene que llevar a cabo una selección de las causas y factores que considera más relevantes.
c.) Los fenómenos culturales son singulares y complejos por ser fenómenos significativos. Es decir, son productos de acciones humanas orientadas por un sentido, por lo que el investigador requiere llevar a cabo una comprensión interpretativa para su explicación.
Los tres puntos remiten al proceso de selección que realiza el sujeto epistémico en la construcción de su objeto de investigación. Pero, nos dice Weber, una vez seleccionado este objeto, el investigador puede investigar sólo sobre la base de juicios de hecho. En este sentido, y por usar una terminología clásica en la filosofía de la ciencia, Weber separa el contexto de descubrimiento del contexto de justificación.
Nos disponemos ahora a discutir las condiciones de posibilidad del conocimiento científico, objetivo, en el seno de las ciencias de la cultura. Partimos de las siguientes tesis:
1.) De que haya relaciones de valor en la construcción del objeto de la investigación, no se sigue necesidad lógica alguna de que los resultados de la investigación carezcan de objetividad.
2.) Entre el input de la investigación marcado axiológicamente, y la posibilidad objetiva del resultado, media el uso adecuado del método y el pensamiento orientado a la explicación causal de los fenómenos. La demostración lógica y la contrastación empírica, sobre todo en cuanto a las imputaciones causales, determinan la objetividad final de una investigación, si bien su punto de partida resulta siempre de una perspectiva particular.
3.) La objetividad en el marco de la reflexión weberiana es de orden procedimental, relativo a la imputación causal y las reglas de experiencia, no en orden a la correspondencia estricta entre teoría y hechos.
4.) Para el procedimiento metodológico weberiano la categoría de totalidad se vuelve muy importante, pues es la misma la que puede dar significado a los fenómenos singulares y desde la cual cabe plantearse una lógica de imputación causal. Empero, y de acuerdo con las premisas fenomenológico-kantianas de Max Weber, la idea de totalidad es sólo una idea regulativa, carente de naturaleza ontológica.
Ad 1 y 2.) La construcción del objeto de la investigación está condicionada socioculturalmente. Se trata de un recorte subjetivo realizado sobre una realidad infinita. Ello parecería atentar contra la posibilidad del conocimiento objetivo en las ciencias sociales. Empero, Max Weber afirma que de la relación de valor cultural presente en las ciencias sociales no se sigue necesidad lógica alguna de que los resultados de la investigación carezcan de objetividad.[5]
Las normas de nuestro pensamiento, el interés en la verdad que pretende tener validez universal, valdría decir, verdad universalizable, limitan la subjetividad del investigador en el proceso de investigación y en la exposición de sus resultados. Pero, y ya que aquí reside el meollo de la posibilidad de objetividad, ¿cómo entender todo ello? En otros términos, si el proceso selectivo en el que participa la subjetividad del investigador está presente en, a) la selección de los fenómenos a estudiar; b) la selección de la cadena causal a reconstruir; y, c) la selección de los eslabones más significativos de la cadena causal; ¿cómo posibilitar entonces la objetividad?
Weber responde que en cuanto al punto “a” no se puede limitar al investigador en sus objetos de estudio. No obstante, obviamente estos últimos tendrán mayor o menor impacto en la medida en que los problemas trasciendan el mero ámbito psicológico del sujeto epistémico. La cuestión metodológica entra en juego precisamente cuando han sido seleccionados los objetos y ha comenzado la investigación. Por consiguiente, la posibilidad objetiva se juega en las selecciones que acontecen en los puntos “b” y “c”, esto es, en las imputaciones causales, pues es allí donde interviene el proceso de pensamiento y su lógica.
Una vez realizadas las imputaciones causales, es menester, nos dice Weber, tratar de probarlas. Para ello, y en cuanto a reglas metodológicas, propone nuestro autor, “(...) la primera y decisiva consiste en que, entre los componentes causales reales del proceso, suponemos uno o varios modificados en determinado sentido y nos preguntamos si, en las condiciones del curso de los acontecimientos transformados de este modo, ‘cabría esperar’ el mismo resultado (en cuanto a puntos ‘esenciales’) o bien cuál otro.”.[6]
Entonces, para la imputación causal, el proceso de pensamiento modifica los órdenes causales y experimenta imaginariamente los resultados de acuerdo con reglas de experiencia. ¿Qué entiende la metodología weberiana por reglas de experiencia? Dejemos que Weber hable: “De lo dicho no se sigue, naturalmente, que el conocimiento de lo general, la formación de conceptos de género abstractos, el conocimiento de regularidades y el intento de formular conexiones ‘legales’ carezcan de justificación científica en el ámbito de las ciencias culturales. Todo lo contrario; si el conocimiento causal (...) consiste en la imputación de resultados concretos a causas concretas, sería totalmente imposible, respecto de cualquier resultado individual, una imputación válida que no recurriese al conocimiento <
De esta manera, siguiendo la experiencia sobre el conocimiento de las regularidades causales, y realizando el experimento imaginario señalado, resulta posible determinar dentro del modelo construido cuáles causas imputadas son accidentales y cuáles son adecuadas. Mientras la supresión o modificación de las primeras no cambiaría sustancialmente el fenómeno en estudio, las segundas sí lo harían.[8]
Ad 3.) Así mismo, este seguimiento de imputación causal, su reflexión lógica y su correspondencia con reglas de experiencia, podría ser seguido y comprobado o no por otros investigadores que se colocaran en la misma perspectiva. Es importante resaltar, entonces, que Weber valora el papel de la imaginación en el quehacer de las ciencias de la cultura. Además, es preciso recordar que, a pesar de la posibilidad objetiva en los procedimientos de investigación de estas ciencias, Weber mantiene su posición agnóstica con referencia al conocimiento pleno de la realidad. La lectura de ésta siempre es una interpretación. Así, la posibilidad objetiva en Weber no significa la correspondencia absoluta o muy próxima con los hechos. La objetividad, para nuestro autor, se dirige hacia los procedimientos de investigación, explicación y establecimiento de conclusiones.
Ad 4.) Lo dicho se manifiesta de manera contundente en el problema relativo a la totalidad. Para captar la individualidad de los fenómenos es preciso tener una idea de la totalidad en la que están insertos.[9] Pero, obviamente, se trata de la categoría de totalidad como idea regulativa, no como afirmación ontológica sino metodológica. También aquí Weber es kantiano, pues, siguiendo a Trino Márquez, “La ciencia no estudia ni pretende atrapar intelectualmente ‘totalidades’. Su interés no es construir cosmovisiones.”[10]
La relación con la razón práctica. Neokantismo, ascesis científica y Modernidad.
Para Weber resulta imposible derivar de lo que es lo que debe ser. Su epistemología de raíz kantiana marca también el camino hacia la ética, también de cuño kantiana, aunque mediada por Nietzsche. El terreno de los valores no científicos no es racional, lo que responde a su concepto de racionalidad teleológica. Por ello, se mantiene firme en lo que atañe a la separación entre razón teórica y razón práctica.
A la par, se mantiene consecuente con su teoría de la modernidad, conforme a la cual, se aprecian los procesos de autonomización de las esferas culturales y sociales: lo estético, lo ético, lo cognitivo, lo religioso, lo económico, lo político, etc., se autonomizan unos de otros desarrollando sus propios criterios de valor. Lo bueno puede resultar falso y lo verdadero puede tornarse feo, lo más económico puede resultar dañino y lo favorable en términos políticos puede resultar éticamente perjudicial.
Por otro lado, concibe la ética del científico desde el terreno ascético propio del protestantismo. El científico tiene una misión que lo aparta del contacto afectivo con el mundo como tal: el saber como fin en sí mismo. El análisis científico sólo puede darnos cuenta de los mejores medios para un fin dado, y hasta puede decirnos si el fin es o no viable, y si lo es a qué costo probable lo es y cuáles son sus posibles consecuencias. El juicio sobre fines sólo puede, entonces, decirnos los costos y consecuencias probables de cada uno de ellos dadas las condiciones existentes, pero no puede decirnos cuál se debe escoger. No obstante, en este sentido, la ciencia puede cumplir una función asesora y educativa.
La ciencia también puede ilustrar al actor que toma decisiones sobre el fondo cultural de las motivaciones que lo impulsan. El análisis puede permitir comprender los fines deseados por el actor, y en ese sentido, puede informar y educar, lo que no puede es emitir juicios de valor en lugar de juicios de hecho.
De acuerdo con lo dicho, y siguiendo la terminología de Robert Friedrichs, se puede decir que la sociología weberiana pertenece al modo sacerdotal. Para Weber la ciencia es el terreno de la racionalidad, mientras que la política es el terreno de la lucha de las pasiones y de la irracionalidad. En este sentido, Weber resulta un defensor a ultranza de la neutralidad axiológica, según la cual los juicios de hecho deben estar separados radicalmente de los juicios de valor. Hereda esto último de los positivistas decimonónicos, pero no su fe en que haya un patrón del progreso social que las ciencias puedan impulsar.
Para finalizar: dos críticas generales a las tesis de Max Weber
En primer lugar cabe resaltar que gran parte de la reflexión de Max Weber se ve limitada por su concepción estrecha de la racionalidad, la cual, considerada en su forma más acabada, está escrita en términos instrumentales teleológicos. No cuestiona esta noción de racionalidad ni parece plantearse posibilidades alternativas a la misma. Ello lo lleva a negar el juicio sobre los fines en el marco de la práctica científica. Pero también, en una crítica reciente de Jürgen Habermas,[11] lo lleva a considerar los tipos de acción social de una forma limitada, pues no comprende la acción comunicativa, u orientada al entendimiento, como un modo especial de acción. Weber parte del sujeto, del actor, pero no de la relación social. En su tipología piensa en términos de fines utilitarios, axiológicos o afectivos, pero no de la comunicación, del entendimiento. Así, en su esquema de los tipos de la acción social termina haciéndose trampa él mismo, pues presenta la acción racional con arreglo a fines como la racionalmente más acabada por atender a medios, fines, valores y consecuencias, mientras que la racional con arreglo a valores no atiende a las consecuencias, partiendo de esta manera de una ética de la intención y no de la responsabilidad.[12]
La crítica weberiana a las abstracciones positivistas y la recuperación de la comprensión para las ciencias sociales resulta de gran vigencia, sobre todo a la luz de la hermenéutica contemporánea. No obstante, su disrupción epistemológica entre ciencias naturales y ciencias sociales se encuentra superada, pues la misma se realiza desde el modelo newtoniano de ciencia, que ya en tiempos de Weber Albert Einstein estaba quebrando al darle al observador una posición activa en la construcción del objeto. En este sentido, tanto las ciencias naturales como las sociales responden a relaciones de valor y los científicos son activos en la construcción de la realidad. Weber aún mantiene una concepción dura y algo ingenua de las ciencias naturales.
Empero, y sin duda pudiendo establecer muchas otras críticas, la obra de Max Weber sigue siendo un punto de referencia obligado para una gran parte del quehacer de las ciencias sociales. Sus categorías sociológicas, su análisis de la modernidad, su epistemología y su sociología de las religiones siguen manteniéndose casi incólumes.
[1] H. Rickert: Ciencia cultural y ciencia natural, Austral, Buenos aires 1943; pp. 50-51. Nos dice en un conocido pasaje: “Una división en ciencias naturales y ciencias culturales basada en la especial significación de los objetos de la cultura podría manifestar mejor la oposición de intereses que separa en dos grupos a los investigadores; por eso la distinción entre ciencia natural y ciencia cultural me parece propia para substituir la división corriente de ciencia de la naturaleza y ciencia del espíritu.” Ahora bien, ¿cuál es la base de la distinción para Rickert? Al respecto nos dice: “Por mucho que estiremos esta oposición, siempre supondrá necesariamente que en los procesos culturales está incorporado algún valor, reconocido por el hombre y en atención al cual el hombre los produce o, si ya existen, los cuida y cultiva. En cambio, lo que ha nacido y crecido por sí, puede considerarse sin referencia a valor alguno; y debe considerarse así si realmente no ha de ser otra cosa que naturaleza en el indicado sentido. (...) Los procesos naturales no son pensados como bienes y están libres de toda relación con los valores. Por lo tanto, si de un objeto cultural se retira el valor, queda reducido a mera naturaleza. Por medio de esta referencia a los valores, referencia que existe o no existe, podemos distinguir con seguridad dos especies de objetos; y sólo por ese medio podemos hacer la distinción, porque todo proceso cultural, si prescindimos del valor que en él resida, tendrá que considerarse como relacionado con la naturaleza y, por ende, como naturaleza.”
[2] H. Rickert: Ciencia cultural y ciencia natural, pp. 223-224.
[3] Max Weber: Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu, Buenos Aires 1973; p. 41.
[4] “Afirmar que las ciencias histórico-sociales deben emplear un procedimiento de comprensión adecuado a su objeto es plenamente legítimo, si tal procedimiento no es ya un Verstehen inmediato, un acto de intuición, sino que se convierte en la formulación de hipótesis interpretativas que esperan su verificación empírica, y, por lo tanto, que se las asuma sobre la base de una explicación causal. La comprensión ya no excluye la explicación causal sino que coincide ahora con una forma específica de esta: con la determinación de relaciones de causa y efecto individuadas. Las ciencias histórico-sociales son, por lo tanto, aquellas disciplinas que, sirviéndose del proceso de interpretación, procuran discernir relaciones causales entre fenómenos individuales, es decir, explicar cada fenómeno de acuerdo con las relaciones, diversas en cada caso, que lo ligan con otros: la comprensión del significado coincide con la determinación de las condiciones de un evento.” (Pietro Rossi: Introducción a los Ensayos sobre metodología sociológica de Max Weber, pp. 19-20).
[5] “Pero de esto no se sigue, evidentemente, que la investigación en las ciencias de la cultura solo pueda tener resultados <
[7] Ibid, p. 68.
[8] Trino Márquez: Max Weber: metodología y ciencias sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas 1988; p. 46.
[9] Ibid., p. 49.
[10]Ibid., pp. 49-50.
[11] Cf. Teoría de la acción comunicativa, Taurus, Barcelona 1999.
[12] Ibid., tomo I, p. 362.
Javier B. Seoane C.
Caracas, abril de 2002
Caracas, abril de 2002
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